Tengo dos cartas en la mano. Espero mi turno… voy.
Apuesto todo lo que tengo por ganar esta partida.
Me miras.
Te miro.
Deseas saber mis cartas,
y yo deseo saber las tuyas.
Subes la temperatura apostando la mitad de mi mitad
pero yo tengo dos reyes y tú vas de farol, como siempre.
Me has acostumbrado a tu juego y ya no me pillas desprevenida.
Entra en la partida una tercera persona.
Juegas con tu mirada para que desee saber tus cartas y puedo intuir en tus ojos un farol que podría alumbrar toda la ciudad... pero apuestas.
No voy.
Dejo pasar mis dos corazones con miedo de perderlos en una partida que no es la mía.
Termina el juego y volvemos a hacer como si no pasara nada. Pero pasa, que has convertido esto en un entretenimiento donde tú impones tus reglas.
Ni siquiera tu abrazo puede saciar mis ansias de ganar.
Ni siquiera sabes que tengo un As en la manga, esperando que mi turno llegue...
Esto sólo acaba de empezar.
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