Últimamente me apetece mucho tocar el piano. Tal vez sea el único momento del día que disfruto como si fuera el último. Quiero componer, quiero descubrir melodías nuevas que me transporten a un oasis de tranquilidad y dejar de ser yo misma para convertirme en sonido.
Diluirme en el aire, vibrar al ritmo de mis pasos sobre el asfalto, abrasado, humeante, confundido por el acorde improvisado de los silencios.
Todo lo que no soy capaz de decir lo expreso con mis manos golpeando con rabia las teclas de este laberinto de blancos y negros, donde nadie es mejor que otro por el simple hecho de pensar diferente, de sonar diferente. Todos hablan el mismo idioma, sin metáforas ni silogismos absurdos para evitar ser sinceros.
A veces, las cadencias se rompen con un bemol perdido... o son tan perfectas que parecen cantar al unísono.
Yann Tiersen.
Palacio Congresos de Granada.
25 julio.
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