viernes, 20 de febrero de 2009

En el abismo


Y entre pensamiento y pensamiento… silencio.


Silencio para olvidarme de los silbidos de las calles, del ronroneo de las conversaciones sin sentido, del incesante tintineo de mi cabeza… Qué insignificantes somos ante tanta grandeza y cuán grande es nuestra desdicha sin saberlo. Esta necesidad de querer ser, de pretender buscar piedras en un desierto de arena y cal, esta sensación de no encontrar el camino de vuelta a casa...


La soledad me invade, rodea cada centímetro de mi piel. Soledad que no duele, que incluso puede llegar a derretir el hielo por la calidez de su abrazo.


Desprenderse de tí misma, dejarte caer sin miedo a perder la razón y escuchar sólo tu agitada respiración. Disfrutar de cada cosquilleo entre tus dedos, cada vuelco de tu corazón. La brisa atonta mis reflejos y no siento más que aire en mis pulmones. Tal vez sea lo único que necesito ahora. Respirar. Del resto de acciones puedo prescindir.


Y qué si me caigo… y qué si tropiezo con alguien que se cruza en mi camino y me tira al suelo. No tengo miedo de las heridas y los golpes. Disfruto, sonrío cuando doy un giro afortunado y al llegar al final sólo me queda la ilusión por volver a repetirlo.


En el abismo me doy cuenta... por fin puedo empezar de cero.


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