martes, 3 de febrero de 2009

23


Hoy es el típico día que mi madre describe cómo fue mi nacimiento. Aunque fui fruto de un desenfreno nocturno, cuando asomé la cabeza al mundo sólo había sonrisas y monosílabos de cariño. Era la tercera en discordia y el elemento que faltaba para ser familia numerosa (por aquella época), así que traje un par de panes debajo del brazo, como decía mi abuela.

Mi madre recuerda mi nacimiento mejor que cualquier otro, fue rápido y apenas le molesté al salir de mi escondite durante 9 meses. Tal vez porque llevaba dos semanas de retraso y ya tenía vía libre desde hacía tiempo… pero si me retrasé no fue más que un capricho, me gusta Febrero. El mes de los locos, como yo.
Me desperté a las 5 de la mañana y levanté a una familia entera de su sueño reparador. Seguramente alguien soltaría la típica frase de… “vaya horitas de nacer, hija” pero es que lo tenía todo calculado. Fue nacer y volver a dormirme.
Era una noche tormentosa, sólo se oían las olas del mar chocar contra los espigones y cuando amaneció todo estaba bañado en esa humedad fresca de un invierno lluvioso en la costa malagueña. Dicen que el mar tenía un color verde botella inquietante. Yo no lo recuerdo.

Nací llamándome Julia. Siempre he pensado que mi vida sería muy diferente si mi nombre hubiese sido ese. Tal vez no tendría los amigos que tengo o no me habría interesado por la medicina. Julia es un nombre de abogada o de reportera de Telecinco:

- “Julia Machado, desde Granada para informativos Telecinco”.

No, mucho mejor como estoy, dónde va a parar.
Fueron mis hermanos los que gritaron mi nombre al unísono cuando vinieron a verme al hospital y todavía les doy las gracias por ello.

Aunque viví pocos años en mi ciudad natal, mantengo muy buenos recuerdos de aquella época, cuando mi único problema era la duda de salir a jugar a las 5 de la tarde o desobedecer a mi madre y salir a las 4. A veces, cuando visito mi antigua casa, me siento enfrente de la puerta unas horas a observar el entorno que me enseñó el quid de la cuestión humana: aprender a jugar como un niño para ser adulto como un adulto.

Y aquí estoy, 23 años después y con 23 buenas razones para sonreir cada día.

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