viernes, 27 de febrero de 2009


Pasos que se alejan,
pasos que se acercan.
Pasos que sólo van de paso,
pasos que piden auxilio entre tanta prisa.
Pasos que se pierden,
Pasos que se ignoran...

Y mis pies, cansados, sólo piden un descanso.

martes, 24 de febrero de 2009

Reencuentros

Me reencuentro con tu piel, fría, dura, suave… Me reencuentro con tus curvas que acaricio con mis manos casi con los ojos cerrados. Tu y yo, de nuevo frente a frente. Sin quererlo pasan por mi cabeza muchos momentos a tu lado, muchas risas y muchas lágrimas. Emociones que un día rechacé por vivir otra vida. Ahora me pregunto por qué te dejé de lado si tantas sensaciones creas en mi interior, confundido y con miedo a recaer en un amor imposible.

Te odié sin poder evitarlo, tus cuerdas me asfixiaban y la desilusión se apoderó de mis manos temblorosas buscando sin consuelo una recompensa que nunca llegó. Culpa mía, de no saber sacar lo mejor de tí.
Mientras te escucho no puedo evitar que vuelvan a aparecer lágrimas en mis ojos, pero esta vez no son lágrimas de impotencia. No lo sabía, pero te echaba de menos. Mi piel se eriza y el corazón me late con fuerza, imparable, incontrolable.

Gracias por no borrar las huellas blancas que dejé, por recordar la forma de mis manos, por no guardar rencor al olvidarte en ese viejo armario.

Gracias por recordarme que no puedo vivir sin tu música.

viernes, 20 de febrero de 2009

En el abismo


Y entre pensamiento y pensamiento… silencio.


Silencio para olvidarme de los silbidos de las calles, del ronroneo de las conversaciones sin sentido, del incesante tintineo de mi cabeza… Qué insignificantes somos ante tanta grandeza y cuán grande es nuestra desdicha sin saberlo. Esta necesidad de querer ser, de pretender buscar piedras en un desierto de arena y cal, esta sensación de no encontrar el camino de vuelta a casa...


La soledad me invade, rodea cada centímetro de mi piel. Soledad que no duele, que incluso puede llegar a derretir el hielo por la calidez de su abrazo.


Desprenderse de tí misma, dejarte caer sin miedo a perder la razón y escuchar sólo tu agitada respiración. Disfrutar de cada cosquilleo entre tus dedos, cada vuelco de tu corazón. La brisa atonta mis reflejos y no siento más que aire en mis pulmones. Tal vez sea lo único que necesito ahora. Respirar. Del resto de acciones puedo prescindir.


Y qué si me caigo… y qué si tropiezo con alguien que se cruza en mi camino y me tira al suelo. No tengo miedo de las heridas y los golpes. Disfruto, sonrío cuando doy un giro afortunado y al llegar al final sólo me queda la ilusión por volver a repetirlo.


En el abismo me doy cuenta... por fin puedo empezar de cero.


martes, 10 de febrero de 2009

Cerrado por Reformas





Sentir menos,

vivir más


sábado, 7 de febrero de 2009

Curiosidades del ser humano. Parte I

Voy a inaugurar una sección en el blog. Tengo que agradecer la idea a una conversación que surgió el otro día entre humo y café: las dudas sobre el cuerpo humano con las que me acribillan por la simple razón de estudiar Medicina.

A veces resulta curioso preguntar a alguien cómo está o cómo está su familia y oir a continuación un compendio ilustrado sobre las patologías que afectan a sus seres queridos que ya le gustaría al mismísimo Harrison. Pero es algo que ya me avisaron cuando entré en 1º con la ilusión de curar a la humanidad de sus males: “A partir de ahora sois los médicos oficiales de vuestra familia, amigos, vecinos e incluso de los transeúntes que os vean con los libros de clase”.

Y así fue…

La mayoría de las veces me preguntan sólo curiosidades sobre el funcionamiento del organismo, otras se convierten en miedos disfrazados de curiosidad. La verdad es que es frustrante no tener respuesta a todas esas dudas porque ves la decepción en sus caras y te sientes impotente de no calmar sus intrigas. Y para las que tengo respuesta… les parece aburrido y pierden toda la magia que ellos habían creado alrededor de una simple uña.
Lo que más me gusta de estos momentos es que me inspiran a investigar sobre el asunto y a encontrar mis propias respuestas en los libros que hasta ese instante acumulaban polvo en la estantería. A veces pienso que es como realmente aprendo y no con las pesadas clases magistrales power-point-dependientes.

Y aquí está la última curiosidad resuelta que me han consultado en varias ocasiones:

¿Por que una persona no puede hacerse cosquillas a sí misma?

Buena ¿eh?

Reirse cuando otra persona te hace cosquillas es una reacción natural. Los científicos descubrieron que la sensación es similar en un principio al miedo y, por tanto, sería un mecanismo de defensa ante animales, bichos… Si alguna araña se atreve a pasearse sobre nuestra piel, produce un cosquilleo que activa la señal de alarma para girar la cabeza, dar un grito y correr como loco buscando a alguien que te quite la araña de encima. Mecanismo natural de defensa del ser humano por excelencia…
La mayoría de nosotros tenemos alguna zona de nuestro cuerpo especialmente sensible a las cosquillas y, normalmente, es bastante fácil de encontrar. Sin embargo, el factor sorpresa es algo esencial. Aquí es donde estriba la diferencia entre las cosquillas inducidas y las auto-cosquillas.
Está claro que no es algo meramente sensitivo, puesto que de ser así tampoco tendríamos esa sensación cuando alguien nos hace cosquillas. Esto tiene que ser cosa del cerebro…

En el cerebro existe una parte, el cerebelo, que se encarga de controlar nuestros movimientos. Esta región es capaz de predecir las sensaciones de nuestros propios movimientos pero no cuando esos movimientos los hace otra persona (Estas personas serían los bichos de los que nos tenemos que defender).
Cuando intentamos hacernos cosquillas, el cerebelo predice esa sensación y se cancela la transmisión hacia otras áreas cerebrales relacionadas con las cosquillas. Con respecto a esto, hay estudios que revelan la existencia de dos áreas de la corteza cerebral que se activan cuando nos reímos por las cosquillas: una procesa el tacto y la otra procesa la sensación agradable. Por tanto, estas dos regiones se inhiben porque el cerebelo no tiene intención de avisarlas ya que sabe perfectamente lo que se va a encontrar después.

Y eso es todo.
Es un buen momento para intentar hacerte cosquillas, a ver qué pasa.
Y no vale hacerse el tonto… que el cerebro es muy listo.

viernes, 6 de febrero de 2009

Y si mañana tengo miedo a volar
recordaré que una vez fuí ave sin plumas,
pez sin escamas...

Hombre sin reino



martes, 3 de febrero de 2009

23


Hoy es el típico día que mi madre describe cómo fue mi nacimiento. Aunque fui fruto de un desenfreno nocturno, cuando asomé la cabeza al mundo sólo había sonrisas y monosílabos de cariño. Era la tercera en discordia y el elemento que faltaba para ser familia numerosa (por aquella época), así que traje un par de panes debajo del brazo, como decía mi abuela.

Mi madre recuerda mi nacimiento mejor que cualquier otro, fue rápido y apenas le molesté al salir de mi escondite durante 9 meses. Tal vez porque llevaba dos semanas de retraso y ya tenía vía libre desde hacía tiempo… pero si me retrasé no fue más que un capricho, me gusta Febrero. El mes de los locos, como yo.
Me desperté a las 5 de la mañana y levanté a una familia entera de su sueño reparador. Seguramente alguien soltaría la típica frase de… “vaya horitas de nacer, hija” pero es que lo tenía todo calculado. Fue nacer y volver a dormirme.
Era una noche tormentosa, sólo se oían las olas del mar chocar contra los espigones y cuando amaneció todo estaba bañado en esa humedad fresca de un invierno lluvioso en la costa malagueña. Dicen que el mar tenía un color verde botella inquietante. Yo no lo recuerdo.

Nací llamándome Julia. Siempre he pensado que mi vida sería muy diferente si mi nombre hubiese sido ese. Tal vez no tendría los amigos que tengo o no me habría interesado por la medicina. Julia es un nombre de abogada o de reportera de Telecinco:

- “Julia Machado, desde Granada para informativos Telecinco”.

No, mucho mejor como estoy, dónde va a parar.
Fueron mis hermanos los que gritaron mi nombre al unísono cuando vinieron a verme al hospital y todavía les doy las gracias por ello.

Aunque viví pocos años en mi ciudad natal, mantengo muy buenos recuerdos de aquella época, cuando mi único problema era la duda de salir a jugar a las 5 de la tarde o desobedecer a mi madre y salir a las 4. A veces, cuando visito mi antigua casa, me siento enfrente de la puerta unas horas a observar el entorno que me enseñó el quid de la cuestión humana: aprender a jugar como un niño para ser adulto como un adulto.

Y aquí estoy, 23 años después y con 23 buenas razones para sonreir cada día.

lunes, 2 de febrero de 2009

domingo, 1 de febrero de 2009

Así que... mi hermana y Robbie jamás disfrutaron de ese tiempo juntos, a pesar de que lo merecian y lo deseaban... y desde entonces siento... siento que no lo tuvieron porque yo se lo impedí.

Pero...¿qué sensacion de esperanza o de satisfacción podría obtener el lector con semejante final? Por eso en el libro quise entregar a Robbie y a Cecilia lo que se perdieron en vida.

Quiero creer que esto no es debilidad o evasión... sino un acto de cariño.

Así, yo les daba su felicidad.