viernes, 29 de mayo de 2009

Una vez leí...

Inauguro otra sección en el blog dedicada a esas frases, esos párrafos, esos textos que de alguna manera cambian perspectivas y opiniones.
El texto que viene a continuación lo he recordado hoy al escuchar las palabras de una amiga, desorientada por el infortunio al que dice, acostumbra a vivir.



Cuando yo era pequeño me encantaban los circos y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido de otros niños. Durente la función, la enorme bestia hacía gala de un tamaño, un peso y una fuerza descomunales... Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y aunque la madera era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?

Cuando era niño, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces por el misterio del elefante... Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia:"Si está amaestrado,¿por qué lo encadenan?"
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo, me olvidé del misterio del elefante y la estaca y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

"El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño".

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día y al otro... Hasta que un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa, porque, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.

Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos pensando que "no podemos" hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo lo intentamos y no lo conseguimos.
Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo,no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:"No puedo y nunca podré".

Tu única manera de saber si puedes es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón.



Jorge Bucay. Déjame que te cuente.

domingo, 17 de mayo de 2009

Verano adelantado

Hoy se terminó la primavera.

Se acabaron los paseos a las tres de la mañana hablándole a los gatos, al sol quemándote la piel en los jardines del Triunfo, a los atardeceres en el mirador buscándole un sentido a la espera…

Punto y fin a la astenia primaveral y la flaqueza confiando en que mi verano adelantado se lleve el polen de mis huesos. He buscado respuestas sin preguntas en unas canciones cuya melodía inventé y ya nadie las escucha.
Ni siquiera yo.

Qué diferente se ve todo desde la altura aconsejada.
Qué diferente me siento ahora que me río a carcajadas de la vida.



…porque 2+3 nunca serán sólo 5.



Lento, nulo el movimiento.


martes, 12 de mayo de 2009

...it's possible

Reorganizando archivos del ordenador me he topado con el disco de Terra Naomi. No he podido evitar escucharlo dos o tres veces seguidas sin que viva un déjà vu constante.
Todas las canciones que han pasado por mis oídos acompañan momentos, personas, ciudades, sentimientos... Este disco me llevó de la mano durante el mayor cambio que pasé en mi vida personal. Inseparable de alguien que determinó mucho, ahora no es más que el recuerdo de lo que puede ser el principio de mi existencia...tal y como soy en la actualidad.

Gracias, Terra.



domingo, 10 de mayo de 2009

Ex nihilo

La energía se transforma...
Ahora no son dos cuerpos los que chocan
sino dos tangentes paralelas,
las que cruzan.


Los recuerdos se detienen,
imperdonables,
imborrables,
arrinconados en la sombra
escapando del sol de tu sonrisa.



Correr,

en dirección contraria.
Buscando lo que no consiguen ver mis ojos
pero sí mis nervios.
Asumo la derrota este minuto
y al siguiente canto victoria,
exultante.

Nada surge de la nada
siempre que nada exista.



Contradicciones… de una tarde de mayo.

lunes, 4 de mayo de 2009

Café porcino

Esta mañana he presenciado un curioso acontecimiento. Rondaban las 8:15 de la mañana cuando aterricé yo-no-sé-cómo y medio dormida en la universidad. El frío edificio se me antojó una cafetera gigante así que abandoné desde primera hora la rutina de las clases para sumergirme en el inquietante mundo de la cafetería de mi facultad. Por suerte o por desgracia, no es una cafetería universitaria corriente; puedes encontrar desde estudiantes, como es lógico, hasta técnicos de laboratorio del Hospital Universitario o a las simpáticas limpiadoras de la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud. Este colorido ecosistema es el causante de que a hora punta sea el lugar más concurrido en un kilómetro a la redonda.

Me disponía a sentarme en una solitaria y esquinada mesa con mi café en la mano para olvidar una mala noche, cuando noté un bullicio fuera de lo normal para esa hora. Al acomodarme y despertar mis neuronas, comprendí a qué se debía: un profesor había dejado tirados a los alumnos de 4º en su clase de las 8 y éstos desayunaban triunfantes, como yo, por no tener que aguantar la primera clase de la semana. Habían juntado cuatro o cinco mesas para sentarse todos juntos y comentar entre risas las anécdotas de su todavía reciente viaje de estudios… a México.

Ha pasado una semana desde que volvieron y por “restricciones sanitarias” no habían podido incorporarse a las clases. En los periódicos locales leí, no hace mucho, que dos de ellos enfermaron al llegar a Granada y se activaron los protocolos de aislamiento y análisis correspondiente por si habían sido contagiados de la mal llamada gripe porcina. Parece ser que el estudio fue negativo puesto que ambos desayunaban apaciblemente en este grupo de estudiantes, si acaso algún desajuste digestivo propio de estos viajes pudo provocar los síntomas de alarma.

Observaba con cierta envidia su color de piel y su eterna sonrisa dibujada en la cara, rememorando las resacas de tequila y las quemaduras de 1º grado a causa del sol ecuatorial. De hecho no era la única persona de los allí presentes que los observaba: los profesores incrustados en la barra, las enfermeras en grupitos de 4 como acostumbran, los conserjes en la esquina y hasta los propios camareros que suelen evadirse de todo lo que acontece de barras para afuera, contemplaban con cierta cautela sus movimientos, por si acaso al mirarles se contagiaban de la gripe. Noté miedo en sus ojos y apuesto a que las conversaciones circulaban alrededor de un mismo tema.

He leído bastante sobre la gripe, tanto de optimistas como de pesimistas y ninguno me convence. Intento evitar caer en la demagogia en la que está sumida la sociedad de la crisis, pero es inevitable con el bombardeo informativo al que estamos sometidos. Nuestro destino es pasarlo mal. Sin trabajo, sin dinero, aumentando cada día los crímenes pasionales y ahora… sin salud. Así es tremendamente fácil manejar los hilos de una humanidad aterrada por la desaparición de la especie. Si Julio Verne pudo ver el futuro, los 1500 directores visionarios de películas como Soy Leyenda, Invasión, Rec, 12 monos… también pueden verlo.

Y ya avisaron las vacas británicas y los pollos chinos pero sin duda los cerdos mejicanos se están llevando el mérito, sin ánimo de ofender a nadie. Pobres ignorantes, al olvidar los medios de comunicación el “mal de las vacas locas” nos olvidamos nosotros también, sin saber que la enfermedad puede tardar 15 años en desarrollarse. Tal vez dentro de unos años se produzca una muerte súbita mundial a causa de los priones vacunos y a nadie le dará tiempo recordar si comió carne de ternera por esa época o no… ¿Y qué pasará cuando el dedo acusador se olvide de estos pobres cerdos que ni siquiera saben por qué mueren cada día centenares de colegas suyos? ¿Qué pasará cuando la OMS (Organización Mundial de la Salud) decida si pasamos de un nivel 5 a un nivel 6 de pandemia? ¿Y quién conoce los criterios que utiliza la OMS para decidir a su libre albedrío en qué momento se cambia de nivel? Nadie. Al igual que nadie sabe que esta gripe es un virus mutado que como él, hay millones cada día. Suerte que ya hay una vacuna... qué curioso...¿casualidad o causalidad?

Es normal que la gente tenga miedo si no para de ver cifras incrementándose en las pantallas de sus televisores. Y sin embargo es precisamente donde no hay pantallas de televisión donde mueren miles de personas cada día por enfermedades infeccioso-contagiosas como la malaria o el VIH... y la OMS no pasa de nivel.

Se me antoja contar un cuento. Pedro y el lobo. Dicen que Pedro, después de avisar tantas veces que venía el lobo, dejó de ser escuchado. Fue entonces cuando el lobo atacó al pueblo. Puede que hoy haya nacido el lobo que atacará de verdad a la humanidad para el cual no exista vacuna posible ni medios para matarlo. Tal vez hoy sea el principio de un final que, según los entendidos, cada vez está más cerca. Tal vez hoy Pedro, o mejor dicho, la OMS, solo esté jugando a lo que mejor sabe hacer: mentir.

Pero mientras tanto, seguiremos tomando café en las cafeterías y teniendo miedo de los cerdos o de las personas que han estado en México por si nos contagian lo que puede ser, el virus que nos mate a todos… hasta que dejen de bombardearnos e infundirnos el pánico colectivo y nos olvidemos de su existencia.