Qué fácil es ser feliz, y qué fácil es complicarse la vida.
Cuando crees que todo lo tienes bien atado, llega un temporal para desordenarte los muebles de tu cabeza. Suerte la tuya, tener seguro que arregle el desaguisado que has liado.
Un día, pongamos 4 de septiembre, entiendes que una canción vale más que mil excusas para mandar un mensaje, mientras se te eriza el vello al darte cuenta... que hay algo más. Y al volver a escucharla sabes que ese más se ha convertido en TODO.
Las luces apuntan a un sólo camino, por una vez no se han fundido los plomos de las farolas, pero aún así te gusta coger el camino oscuro, sólo para comprobar que, aunque la adrenalina del momento te ciegue, siempre es mejor saber por dónde vas.
Así es como funiona esto, detente y aguanta, que las luces te guían a casa.
Dicen que un mundo feliz es una utopía, que la verdadera esencia del Ser es el amargor de una frustración inoperable. He pisado Marte con los ojos irritados, inyectados en sangre, secos… He buscado un pez que me hable y me salude con su aleta rota hasta desaparecer entre el mar de lava y coral. He perdido un zapato en el océano, que algún pescador desaliñado tomará de desayuno una mañana de agosto en su barca verde de madera. Todo lo humanamente imposible, en el negro y turbio cielo se hace realidad.