Me paro frente a tu portal. Te espero, o no… mientras la lluvia cala mis huesos hasta sacarte y así poder andar sin buscarte. Huyo del juicio del que una vez me tendió su mano, junto a la tuya, que ahora sabe orientarse sin mis huellas. Necesitaba volver a sentarme en el banco donde nos dijimos adiós, llámalo terapia de choque, pero funciona.
Barcelona… me lo das todo y me lo quitas todo. Soy capaz de emocionarme con el rumor de tus palomas, el humo de tus entrañas, el frío de tus calles. Pensé que saliste de mi vida y 365 días después te clavas de nuevo en mí sin avisar. Bueno, tal vez avisaste, pero no quise darme cuenta. Demasiadas señales. No he podido ver el azul de tu cielo, pero he visto un azul que podría ser mi cielo eternamente.
Maldita sensación de ingravidez.
No puedo verte, pero eres lo que necesito para ser yo mismo –le dijo un ojo al otro.

